Como, me guste o no, soy un señor mayor que arrastra en el subconsciente aquella educación clerical y autoritaria de los años cincuenta, me sigue llamando la atención la libertad absoluta de la que hace gala la gente joven en su aspecto. En nuestra época la única reivindicación posible era conseguir que nos pusieran de pantalón largo cuando los pelos de las piernas se hacían ya indecentes.
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