En mi ultimo viaje a Madrid encontré, junto a la Plaza de
Santa Ana, este modesto edificio, sede en España de la Iglesia de la
Cienciología (se ve que esto de las religiones da una rentabilidad digna de Bárcenas).
En un primer momento me pareció una llamada del cielo, que lo había
puesto en mi camino como señal para enderezar el rumbo de mi vida. Y de paso el
vuestro, compañeros Carrozas, porque últimamente me teneis muy preocupado con vuestras
andanzas disolutas y pecadoras. Estuve
tentado de entrar y pedir textos sagrados
que forjaran vuestro carácter y
os recondujeran por una vida de santidad. Incluso, si necesario fuera, las
correspondientes hojas de afiliación, que los “cienciologos” estaban dispuestos
a dar todo tipo de facilidades, tal vez por aquello de lo que le gusta al padre la vuelta del hijo pródigo. Pero luego pensé que para qué vamos a meternos
en andanzas de falsas religiones, cuando no nos creemos ni siquiera la nuestra,
única cierta y verdadera.
Otra vez será, pero tendremos que ir planteándonos el tema
de la misa diaria, la contricción sincera y el golpe de pecho, que la procesión ha sido larga y el
cirio va resultando corto. ¡Te alabamos señor!
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